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[No se nos puede hablar de la belleza de la virtud porque nunca nos la hemos representado]. «De la misma manera que. en cuanto a las hermosuras percibidas por los sentidos, no es posible hablar de ellas a quienes no las han visto ni percibido, como, por ejemplo, a los ciegos de nacimiento, así tampoco es posible hablar del esplendor de la virtud a quienes no han conseguido representarse hasta qué punto son hermosos los rostros de la justicia y la templanza: 'Ni la estrella de la tarde, ni la estrella de la mañana son tan hermosas'». - Plotinus (205-270 d. C.) Enéada I, 6