"Ésta", dijo el poeta, "es la vida que a menudo ha sido alabada por su inocencia y tranquilidad. Pasemos, pues, el calor del día entre las tiendas de los pastores y sepamos si nuestra búsqueda de la mejor forma de vida no ha de terminar en la simplicidad pastoral." La propuesta agradó a todos; animaron a los pastores, por medio de pequeños regalos y preguntas familiares, a decir su opinión acerca de su estado y forma de vida. Eran tan toscos e ignorantes, tan incapaces de comparar lo bueno y lo malo de su profesión, tan confusos en sus explicaciones y descripciones, que muy poco pudieron averiguar de ellos. Pero era evidente que sus corazones estaban corroídos por el descontento; que se consideraban condenados a trabajar para los lujos de los ricos, y miraban con estúpida malevolencia a quienes por encima de ellos estabas situados.
La princesa declaró que nunca toleraría que esos salvajes envidiosos fuesen sus compañeros, y que no tenía ningún deseo de volver a ver por ahora más especímenes de la rústica felicidad. No obstante, no podía creer que todas las noticias sobre placeres primigenios fuesen sólo fábulas, y dudaba que hubiera nada en la vida que pudiera preferirse con justicia a la plácida satisfacción de los campos y los bosques. - (Samuel Johnson, Historia de Rasselas, Príncipe de Abisinia - Una novela filosófica.)