20200627

[Séneca, Ep. 90]
Sed primi mortalium quique ex his geniti naturam incorrupti sequebantur, eundem habebant et ducem et legem, commissi melioris arbitrio. Naturae est enim potioribus deteriora summittere. Mutis quidem gregibus aut maxima corpora praesunt aut vehementissima. [...] Elephantorum gregem excelsissimus ducit; inter homines pro summo est optimum. Animo itaque rector eligebatur, ideoque summa felicitas erat gentium, in quibus non poterat potentior esse nisi melior. Tuto enim quantum vult potest, qui se nisi quod debet non putat posse.
Los primeros hombres y los que les sucedieron, no estando todavía corrompidos, seguían a la naturaleza, tenían a alguien que era a la vez su guía y su ley, y se ponían bajo el control de uno mejor que ellos. Pues es propio de la naturaleza sujetar el débil al fuerte. Entre los animales irracionales, los que dominan son los más grandes o los más feroces. [...] En el caso de los elefantes el más alto va primero. Pero entre los hombres se considera primero al mejor. De este modo, un guía era elegido por su espíritu y, debido a esto, la mayor felicidad residía en aquellos pueblos en los que no se podía ser más poderoso si no se era mejor. Pues consigue sin problema lo que quiere el que piensa que no puede hacer nada, más que lo que debería hacer.
Illo ergo saeculo, quod aureum perhibent, penes sapientes fuisse regnum Posidonius iudicat. Hi continebant manus et infirmiorem a validioribus tuebantur, suadebant dissuadebantque et utilia atque inutilia monstrabant. Horum prudentia ne quid deesset suis providebat, fortitudo pericula arcebat, beneficentia augebat ornabatque subiectos. Officium erat imperare, non regnum. [...] Sed postquam subrepentibus vitiis in tyrannidem regna conversa sunt, opus esse legibus coepit, quas et ipsas inter initia tulere sapientes.
Así pues, Posidonio afirma que en aquella llamada Edad de Oro el gobierno estaba bajo la jurisdicción de los sabios. Estos refrenaban las manos y protegían a los débiles de los más fuertes, daban consejo acerca de lo que se debía y no se debía hacer, y enseñaban qué era útil y qué no lo era. Con previsión se ocupaban de que nada faltara a sus súbditos, su valentía los guardaba de peligros, y su bondad los enriquecía y adornaba. Para ellos gobernar era un deber, no un ejercicio de autoridad. [...] Pero después, cuando de manera imperceptible se introdujeron los vicios, y los reinos se convirtieron [en consecuencia] en tiranías, hubo necesidad de leyes, y esas leyes fueron establecidas al principio también por hombres sabios.