Para que exista la percepción de lo que está presente de esta manera, es necesario que nuestra facultad de percibir se vuelva hacia el interior, y preste atención. Es como alguien que, a la espera de una voz que él desea oír, hiciera abstracción de los demás sonidos y solo diera atención a ese sonido que, cuando llega hasta él, es el mejor de los que percibe. De igual manera es necesario aquí dejar de lado, excepto en caso de necesidad, todos los ruidos de los objetos de los sentidos, a fin de mantener la capacidad de percepción del alma en su pureza, dispuesta a escuchar los sonidos de lo alto.